Horror psicológico urbano con criatura. Darío intenta pasar desapercibido: rutinas, vecinos, normalidad frágil. Pero, a intervalos imprevisibles, el Parásito se impone y lo empuja a decisiones que no reconoce como propias. A veces coincide con recorridos en una van blanca; después quedan rastros de sangre, olores difíciles de explicar y murmullos que suben por el edificio. En el sexto piso, la oscuridad parece ocultar algo que se sabe observado.
Marco, portero de manos pesadas y pasado turbio, presencia un hecho que no puede ignorar. Cargado de culpas que no terminan de cicatrizar, busca redención: vuelve al barrio, vigila desde su auto frente al edificio y sigue cualquier pista que lo acerque a la verdad, con la mirada fija en las ventanas del sexto piso. Cada detalle encaja demasiado bien con la van y con lo que Darío no puede—o no quiere—recordar.
Parálisis Nocturna mezcla posesión, vigilancia y thriller urbano en una tensión lenta: calles húmedas, puertas que se cierran y la pregunta incómoda de quién es, en realidad, el monstruo.